There are children standing here,
Arms outstretched into the sky,
Tears drying on their face.
And I see no bravery
Only sadness
Tras la publicación del testimonio de una víctima del cura Escobar Gaviría que generó polémica, ANÁLISIS DIGITAL abre la discusión. Para Rosario Romero, abogada de víctimas, “la sociedad tendrá que superar el pudor y el rechazo de ver estas cosas puestas en palabras, sin eufemismos”.
Para la periodista Miriam Lewin, que investigó al padre Grassi, “no hay que ocultar la crudeza de un delito aberrante para no herir susceptibilidades”. Para Pablo Huck, víctima del cura
Marcelino Moya, este tipo de testimonios son “el camino para que
otras víctimas se animen a denunciar”.
De ANÁLISIS DIGITAL
El testimonio de esta víctima coincide con los de muchas otras víctimas de abuso por parte de sacerdotes, lo que permite, por un lado, desenmascarar ante la sociedad a otro cura pedófilo que era querido y respetado en su pueblo y, a la vez, determinar un modus operandi. No obstante, hay quienes sostienen que no es apropiado difundir exhaustivamente los abusos y que conviene usar eufemismos para describir determinadas prácticas.
La periodista paranaense Sandra Míguez, miembro de la Red de Periodistas con Visión de Género, calificó en las redes sociales como “un asco” el trabajo realizado por ANÁLISIS DIGITAL y sentenció que “no es periodismo”. En similar sentido se pronunció ante la prensa el abogado defensor del cura denunciado, Milton Urrutia: “Es más que amarillismo”, dijo.
Esta web abre el debate con la recopilación de las opiniones de Rosario Romero, abogada de víctimas del cura Justo Ilarraz; Miriam Lewin, periodista de investigación reconocida por revelar los abusos cometidos por el cura Julio Grassi; y de Pablo Huck, víctima y denunciante del cura Marcelino Moya.
Verdad sin eufemismos
Para la abogada Rosario Romero, representante de víctimas en la causa contra el cura Justo Ilarraz, “lo que debe alarmar y producir rechazo es no que se digan estas cosas, sino que hayan ocurrido”. Agregó que “más indignante aún es que el perpetrador del delito sea un cura, o sea una persona supuestamente dedicada a reproducir valores”.
“Lo único que nos debe preocupar es proteger a la víctima, y si la víctima decide contar lo que le pasó y para él es sanador decir lo que ocurrió, la verdad es la verdad, aunque nos guste o no nos guste verla así patentizada, expuesta y cruel”, resumió Romero.
La abogada recalcó que “hay algo ancestral, producto de religiones y pautas culturales, que es que no estamos habituados a que se hable explícitamente de un abuso, pero así son de duras y conmovedoras estas situaciones”.
“Si a la víctima le sirve, le sana, le recompone interiormente decir que una persona le hizo semejantes cosas, tendrá la sociedad que superar el pudor o el rechazo que puede producir verlo puesto en palabras, sin eufemismos”, completó.
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Un delito aberrante
Entre las investigaciones más resonantes que llevó adelante la periodista Miriam Lewin en el equipo de Telenoche Investiga sobresale la que reveló los abusos perpetrados por el sacerdote Julio César Grassi, hasta ese momento de gran predicamento en círculos de poder e importante presencia mediática. El director de la Fundación Felices los Niños fue condenado a 15 años de prisión.
“Ocultar la crudeza de un delito aberrante como el abuso sexual de niños para no herir susceptibilidades no aporta en absoluto a la creación de conciencia”, aseguró Lewin, al tiempo que consideró que no se produce una revictimización cuando una persona que fue abusada cuenta su verdad en un medio de comunicación. “La revictimización se da cuando el crimen se silencia y no se castiga”, diferenció, también en la red social Facebook.
Respondió Lewin también a quienes interpretan que la descripción de un abuso puede asimilarse a un relato pornográfico: “El objetivo de la pornografía es promover la excitación sexual. Y no creo que nadie en su sano juicio se excite con una nota periodística que explicite el abuso a un niño. Acá no hay morbosidad. Eso es incorrecto. El fin de un material de estas características es desnudar la perversión y poner en evidencia lo que ya es una pandemia dentro de la iglesia”, sostuvo. Lewin, además de ser periodista y autora de libros, fue una de las víctimas de la última dictadura. Sufrió várcel y tortura en dependencias de la ESMA, cuando apenas tenía 20 años.
El camino para otras víctimas
Para Pablo Huck, víctima y denunciante del cura Marcelino Moya, son “fundamentales” este tipo de testimonios, ya que constituyen “el camino para que otras víctimas se animen a denunciar”. Contó al respecto que tras su denuncia se tomó declaración a compañeros de colegio y fue en ese marco que se descubrieron otros dos intentos de abuso. “Incluso en una de esas declaraciones, el testigo tomó conciencia en ese mismo momento que lo que había sufrido era un intento claro de abuso”, agregó, en diálogo con Radio de la Plaza.
Si bien reconoció que el testimonio publicado en este medio “no deja de ser fuerte”, Huck consideró “fundamental apelar a la conciencia de la sociedad porque la gente no tiene idea lo que se le puede ahorrar en conflicto, daño psicológico y daño espiritual a un niño cuando puede sacarse de encima lo que le pasa y evitar fantasmas que se acumulan durante años”. También dijo que espera que “pase lo mismo que pasó en Villaguay donde a raíz de la denuncia apareció más gente que quiso denunciar y evidenciar las conductas delictivas de un cura”.
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Las formas y el decoro
Para Sandra Míguez, referente local de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género y funcionaria de Prensa del Ministerio de Salud, “brindar detalles como los de esa nota tiene que ver con el morbo, ya que no aportan nada en términos concretos, ni periodísticamente, ni socialmente, sino solo detalles que revictimizan y exacerban el morbo de quienes leen”.
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Míguez hizo hincapié en que notas como la publicada “se alejan del hecho periodístico para sobreabundar en detalles que no aportan” y sugirió seguir en estos casos las recomendaciones para la cobertura de casos de violencia de género, femicidios y suicidios, donde se recomienda no explicitar los métodos utilizados para evitar un efecto de imitación.
En similar sentido se expresó el abogado defensor del cura Juan Diego Escobar. “Mi reproche es hacia la forma de expresar las cosas en este medio, no guardando el decoro y traspasando los limites y reglas de la dignidad de la supuesta víctima, que es a quien hay que proteger. Esa persona abre las puertas de su privacidad y hoy queda expuesto a ser escarniado públicamente”, señaló.
“Una persona que es objeto de abuso sexual no expone su vida públicamente ni cuenta lo que le aconteció, no se expone”, indicó el letrado, que fue defensor de víctimas en la causa Ilarraz. Respecto al joven entrevistado por ANÁLISIS DIGITAL, dijo que “se tendrá que aguantar la represalia no sólo mediática, sino de la gente del pueblo que le puede creer o no”, ya que “la causa va a pasar, el padre será culpable o inocente, pero esta persona se va a quedar en el pueblo y él mismo mancilló su honor”.
“Si abusaron de vos, ahora vos estás abusando de tu propia dignidad porque te estás exponiendo. Y un medio está abusando de vos”, sentenció, antes de considerar “aberrante” el contenido de la nota y sostener que “pasa los límites del amarillismo”.
“Uno no está contra la libertad de expresión, pero las cosas se pueden decir de otra manera. Se puede decir si hubo acceso carnal o no, si hubo sexo oral o no, pero no todas estas barbaridades. Es gravísimo”, completó Urrutia, cuestionado por ser uno de los querellantes de la causa contra el cura Justo Ilarraz, también por graves abusos cometidos a jóvenes seminaristas y ahora defensor de un cura abusador de menores.
Un marco, una historia eclesiástica
Durante siglos, la iglesia católica, y en particular la entrerriana, entronizó su discurso como una verdad divina revelada. Por ejemplo, se sostuvo durante años la cuasi santidad de Adolfo Tortolo hasta que las víctimas de la represión ilegal hicieron públicas las atrocidades que padecieron, de las cuales el cura fue cómplice. El propio Estanislao Karlic minimizó las aberraciones cometidas por Ilarraz reduciéndolas a “algunos toqueteos”.
Es por eso que el relato descarnado de una víctima, por más que duela, cobra singular importancia a la hora de visibilizar ante una sociedad que sigue incrédula ante este tipo de hechos. Y también ayuda a las víctimas a poner en contexto sus vivencias y las alienta a denunciar como puedan: en los medios, en los Tribunales, en una red social, en su entorno, cosa que generalmente lleva tanto tiempo que los delitos de esta naturaleza van camino a ser considerados imprescriptibles.
Recurrir al detalle para aportar a la toma de conciencia no puede ser visto como amarillismo, sino como una construcción del lenguaje puesta al servicio de la justicia que las víctimas tanto necesitan. A veces, lamentablemente, es preciso conmover conciencias colonizadas por una iglesia que sistemática y orgánicamente, en el mejor de los casos mira para el costado o directamente ampara a los violadores.
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