BRUSSEL (KerkNet/RadVat) – In de Spaanse stad Tarragona vond zondag een van de grootste zaligsprekingen ooit plaats. Tijdens de plechtigheid met 25.000 gelovigen, werden 522 katholieke bisschoppen, priesters en zowel mannelijke en vrouwelijke religieuzen als ‘martelaars van het geloof’ van de Spaanse burgeroorlog (1936-1939) zalig verklaard.
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De zaligverklaring van zondag was niet onomstreden. Nakomelingen en slachtoffers van het Francobewind verwijten de katholieke Kerk dat zij alleen oog heeft voor de slachtoffers van de partizanen. Tevergeefs deden zij in extremis een beroep op paus Franciscus om de plechtigheid zo mogelijk af te gelasten. De ‘Waarheidscommissie’, een groep slachtoffers van het Francobewind, vraagt bij deze gelegenheid aandacht voor de duizenden slachtoffers van de dictatuur van Franco, onder wie ook heel wat priesters en religieuzen. ‘L’ Osservatore Romano’ herinnerde er in haar zaterdageditie anderzijds aan dat in de toenmalige Tweede Spaanse Republiek het katholieke geloof in hele gebieden van Spanje verboden was. “Deze mensen werden vermoord omdat zij praktiserend katholiek waren. Niemand was in een politieke of ideologische strijd actief.” De krant merkt nog op dat de katholieke Kerk pas vanaf juli 1937 steun gaf aan Franco, terwijl katholieken al vanaf het begin en op grote schaal werden vervolgd en omgebracht. “Paus Pius XI erkende de Spaanse Republiek vanaf april 1931. Het Vaticaan bleef ondanks de vervolging nog tot half 1938 diplomatieke relaties onderhouden.”
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El acto de este domingo en Tarragona nos devuelve al pasado, a una Iglesia que, bajo eufemismos, toma partido y en la práctica viene a justificar la violenta y brutal “cruzada” franquista, mientras guarda silencio sobre el desamparo jurídico y político que padecen las víctimas de la dictadura.
Setenta y siete años dura ya el silencio de la Iglesia católica sobre las víctimas de los crímenes del franquismo. Un silencio clamoroso cuyo estruendo se hizo patente los últimos días de septiembre durante la visita que realizó a España el grupo de trabajo de la ONU sobre desapariciones forzosas.
Mientras las víctimas del franquismo explicaban a los representantes de Naciones Unidas el desamparo jurídico y político que sufren por parte del Estado y relataban tragedias familiares todavía no resueltas, la jerarquía de la Iglesia callaba. Y volvió a callar cuando los portavoces del grupo de la ONU recordaron la obligación que el Estado tiene de satisfacer el derecho de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación. Nada, ni un gesto aunque la ONU también les señalara.
Silencio tras silencio. Sólo ahora, la jerarquía católica ha vuelto a levantar la voz, y ha sido para tomar partido y convertir la beatificación de 522 personas como “mártires de la fe” en un acto “político” que ofende a las víctimas del franquismo, a las que sigue ignorando. El acto de este domingo en Tarragona nos devuelve al pasado, a una Iglesia que, bajo eufemismos, toma partido y en la práctica viene a justificar la violenta y brutal “cruzada” franquista.
Eso es lo que también nos recuerdan las placas que siguen en las iglesias y honran a los caídos por Dios y por España. Olvidando de nuevo a los curas vascos asesinados por los franquistas, que lucharon por la democracia y la libertad, y a los curas que fueron encarcelados en Zamora hasta los últimos años de la dictadura.
Todo eso y mucho más nos recuerda que en la Iglesia no hay lugar para la justicia, la verdad ni la reparación de los “otros”, pero tampoco para la piedad, compasión o auxilio a los desamparados, esas virtudes que no practica pero predica desde sus púlpitos.
La jerarquía no muestra una sola palabra de humanidad y respeto por el dolor de las familias que llevan toda la vida buscando a sus seres queridos, enterrados en una fosa común a las puertas de un cementerio católico, en una cuneta, o desaparecidos.
No ha habido ni hay compasión con los miles de niños robados durante la dictadura, sólo silencio ante la presencia de sacerdotes, monjas y clérigos implicados en muchos de esos casos. Un silencio con el que la jerarquía responde cuando niega a las víctimas información de los archivos de la Iglesia. Unos archivos que siguen cerrados a cal y canto y que, al parecer, guardan algunos terribles secretos que servirían para esclarecer muchos de los crímenes del franquismo.
Este fin de semana, en Tarragona, la jerarquía católica volverá a tomar la palabra para beatificar y homenajear a unas víctimas y olvidar a las otras. Su mensaje legitimará para unos la cruzada y el régimen, mientras para las víctimas del franquismo será una justificación de los crímenes de la dictadura.
El acto nos recordará que todavía hoy la Iglesia no ha pedido perdón por apoyar y legitimar el franquismo; no ha pedido perdón por bendecir fusilamientos en masa, ni por las denuncias y los informes que llevaron a miles personas a la muerte, a la cárcel, el exilio o la depuración.
Cuando se escuche la voz de la Iglesia resonaran los ecos de los miles de niños robados; de los más de 130.000 desparecidos; de las víctimas sin nombre sepultadas en las 2.500 fosas comunes que hay sin abrir todavía en España.
Será un clamor que nos recordará que la Iglesia justificó, amparó o calló ante las brutales violaciones de los derechos humanos que los españoles sufrieron durante los 40 años de dictadura. Y que tampoco han pedido perdón por esas fotos indignantes de los jerarcas de la Iglesia haciendo el saludo fascista y rindiendo pleitesía a Franco.
Y otra vez más sentiremos que la jerarquía de la Iglesia católica no entiende de justicia ni humanidad para las víctimas del franquismo, sólo de desprecio, silencio y olvido.
Mientras las víctimas del franquismo explicaban a los representantes de Naciones Unidas el desamparo jurídico y político que sufren por parte del Estado y relataban tragedias familiares todavía no resueltas, la jerarquía de la Iglesia callaba. Y volvió a callar cuando los portavoces del grupo de la ONU recordaron la obligación que el Estado tiene de satisfacer el derecho de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación. Nada, ni un gesto aunque la ONU también les señalara.
Silencio tras silencio. Sólo ahora, la jerarquía católica ha vuelto a levantar la voz, y ha sido para tomar partido y convertir la beatificación de 522 personas como “mártires de la fe” en un acto “político” que ofende a las víctimas del franquismo, a las que sigue ignorando. El acto de este domingo en Tarragona nos devuelve al pasado, a una Iglesia que, bajo eufemismos, toma partido y en la práctica viene a justificar la violenta y brutal “cruzada” franquista.
Eso es lo que también nos recuerdan las placas que siguen en las iglesias y honran a los caídos por Dios y por España. Olvidando de nuevo a los curas vascos asesinados por los franquistas, que lucharon por la democracia y la libertad, y a los curas que fueron encarcelados en Zamora hasta los últimos años de la dictadura.
Todo eso y mucho más nos recuerda que en la Iglesia no hay lugar para la justicia, la verdad ni la reparación de los “otros”, pero tampoco para la piedad, compasión o auxilio a los desamparados, esas virtudes que no practica pero predica desde sus púlpitos.
La jerarquía no muestra una sola palabra de humanidad y respeto por el dolor de las familias que llevan toda la vida buscando a sus seres queridos, enterrados en una fosa común a las puertas de un cementerio católico, en una cuneta, o desaparecidos.
No ha habido ni hay compasión con los miles de niños robados durante la dictadura, sólo silencio ante la presencia de sacerdotes, monjas y clérigos implicados en muchos de esos casos. Un silencio con el que la jerarquía responde cuando niega a las víctimas información de los archivos de la Iglesia. Unos archivos que siguen cerrados a cal y canto y que, al parecer, guardan algunos terribles secretos que servirían para esclarecer muchos de los crímenes del franquismo.
Este fin de semana, en Tarragona, la jerarquía católica volverá a tomar la palabra para beatificar y homenajear a unas víctimas y olvidar a las otras. Su mensaje legitimará para unos la cruzada y el régimen, mientras para las víctimas del franquismo será una justificación de los crímenes de la dictadura.
El acto nos recordará que todavía hoy la Iglesia no ha pedido perdón por apoyar y legitimar el franquismo; no ha pedido perdón por bendecir fusilamientos en masa, ni por las denuncias y los informes que llevaron a miles personas a la muerte, a la cárcel, el exilio o la depuración.
Cuando se escuche la voz de la Iglesia resonaran los ecos de los miles de niños robados; de los más de 130.000 desparecidos; de las víctimas sin nombre sepultadas en las 2.500 fosas comunes que hay sin abrir todavía en España.
Será un clamor que nos recordará que la Iglesia justificó, amparó o calló ante las brutales violaciones de los derechos humanos que los españoles sufrieron durante los 40 años de dictadura. Y que tampoco han pedido perdón por esas fotos indignantes de los jerarcas de la Iglesia haciendo el saludo fascista y rindiendo pleitesía a Franco.
Y otra vez más sentiremos que la jerarquía de la Iglesia católica no entiende de justicia ni humanidad para las víctimas del franquismo, sólo de desprecio, silencio y olvido.
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