“Recuerda a tu hijo/a a quien llamaste de este mundo a tu presencia; concédele que, así como ha compartido ya la muerte de Jesucristo, comparta también con él la gloria de la resurrección”.
SANTIAGO, Chile – A 93-year-old Chilean nun, sister Maria Graciela Soto, has been questioned regarding the alleged abduction of babies in public and private hospitals in Chile during the military dictatorship (1973-90).
The nun was interrogated by Judge Mario Carroza last Friday in her home, online daily Emol reported, citing prosecuting lawyer Cristian Letelier.
According to some plaintiffs, Sor Maria Graciela Soto was involved in the illegal handover of babies in the Barros Luco hospital of the Chilean capital during the 1970s and 1980s.
On April 15, the Congregation of the Sacred Hearts suspended priest Gerardo Joannon, currently under investigation for the irregular adoption of newborns who were pronounced dead shortly after their birth.
The decision was taken following a report by the Center for Investigative Reporting (CIPER), which cited the cases of several girls of single mothers who had been declared dead.
In most of the cases, according to CIPER, it was relatives of the mothers who decided to snatch the children and give them up for adoption with the help of priests and gynecologists, a fact that was admitted by Joannon.
The nun was interrogated by Judge Mario Carroza last Friday in her home, online daily Emol reported, citing prosecuting lawyer Cristian Letelier.
According to some plaintiffs, Sor Maria Graciela Soto was involved in the illegal handover of babies in the Barros Luco hospital of the Chilean capital during the 1970s and 1980s.
On April 15, the Congregation of the Sacred Hearts suspended priest Gerardo Joannon, currently under investigation for the irregular adoption of newborns who were pronounced dead shortly after their birth.
The decision was taken following a report by the Center for Investigative Reporting (CIPER), which cited the cases of several girls of single mothers who had been declared dead.
In most of the cases, according to CIPER, it was relatives of the mothers who decided to snatch the children and give them up for adoption with the help of priests and gynecologists, a fact that was admitted by Joannon.
El historial de adopciones irregulares que esconde un orfanato de monjas en Curicó
Mientras el juez Mario Carroza investiga las adopciones
irregulares que involucran al sacerdote Gerardo Joannon, en
Curicó surge una nueva hebra que vincula a la Iglesia Católica
con la entrega ilegal de menores a matrimonios chilenos y
extranjeros. CIPER investigó la historia de René Mestre, quien
ha buscado a su madre biológica por más de 10 años, y descubrió
que el orfanato San Ramón Nonato de Curicó fue un centro de
adopciones irregulares, destinadas principalmente a matrimonios
italianos. La religiosa que montó la red dejó la orden
mercedaria y hoy es funcionaria del Vaticano.
El
31 de enero de 2011, el Asilo de la
Infancia San Ramón Nonato de Curicó cerró sorpresivamente sus
puertas. Cinco años después de haber festejado su centenario, las
religiosas de la Congregación
Mercedaria pusieron
fin al hogar de niñas más antiguo e importante fundado por ellas
en Chile. En el enorme terreno ubicado en San Martín Nº 570, a
escasas cuadras de la Plaza de Armas de la ciudad, hoy funciona un
colegio. Pero en los pasillos y pabellones donde antes vivieron
centenares de niñas en riesgo social, se impuso el silencio. Allí
quedaron sumergidos incómodos secretos que, tras el remezón que
produjo la serie de reportajes de CIPER sobre adopciones
irregulares (ver
aquí), hoy comienzan a asomarse entre varias
capas de polvo.
Para
el cierre, sólo 36 menores convivían en el recinto y las monjas
mercedarias lidiaban con una abrupta disminución de vocaciones.
“El motivo principal del cierre del hogar es la falta de
religiosas y, por cierto, la disminución de las niñas”, dijo su
última directora Nilda Campos Leiva (sor Teresita),tras
anunciar la noticia.
La
repentina decisión de las monjas de la congregación de origen
francés le puso llave a 105 años de historia. La obra no sólo
marcó a generaciones de niñas, religiosas, novicias y voluntarias
que pasaron por este emblemático hogar de menores. También concitó
la admiración y cariño de los vecinos de Curicó.
Así
lo reconocen algunas monjas que estuvieron en el establecimiento.
“La comunidad contribuía muchísimo. Sin su ayuda no hubiese sido
posible sostener el hogar”, señala a CIPER una de ellas para
graficar el compromiso de muchos curicanos con San Ramón Nonato.
La frase revela también el que fuera uno de los aspectos más
difíciles de sortear para las religiosas: la constante falta de
recursos.
Detrás
de la puerta que cerraron las hermanas mercedarias quedaron años
de esfuerzo destinados a criar y entregar educación escolar a
centenares de bebés, niñas y adolescentes abandonadas o en riesgo
social. Y también historias que la férrea disciplina mercedaria
silenció hasta ahora. Testimonios que dan cuenta de bebés y niños
que desde ese asilo fueron entregados en adopción al extranjero y
en Chile. Muchas de ellas de forma irregular.
“NO HAGAN PREGUNTAS”
Testimonios
de personas que durante los años 70 y 80 mantuvieron vínculos
estrechos con el asilo –internas, religiosas y voluntarias–
apuntan a una de las superioras que lideró el establecimiento a
comienzos de la década de los ‘80, sor Teresa Melo
Leyton, como la autora de numerosasentregas
irregulares de recién nacidos a parejas italianas. Los mismos
testimonios dan cuenta del pago de comisiones por parte de los
padres adoptivos extranjeros para garantizar la prioridad frente a
matrimonios chilenos.
Según
los estremecedores relatos, la religiosa actuó en complicidad con
un juez de menores de San Fernando (Sexta Región) para obtener de
manera express los documentos legales que
facilitaran la salida de las recién nacidas al extranjero.
En
1983 sor Teresa Melo
Leyton colgó
su hábito y más tarde se fue de Chile. Hoy se desempeña como
oficial administrativa en una importante repartición de El Vaticano en Roma.
De
los testimonios recogidos, CIPER investigó dos historias y
constató que las adopciones irregulares fueron una práctica que se
desarrolló durante la dirección de sor Teresa Melo, pero también
en años previos. CIPER contactó a dos personas que hoy buscan a
sus padres biológicos y que fueron dados en adopción en el mismo
recinto donde funcionaba el Asilo San Ramón Nonato, en el verano
de 1972.
René Mestre fue
arrebatado de los brazos de su madre biológica y entregado al
hogar apenas nacido. En cosa de horas ya tenía una nueva familia. María Teresa Mestrealcanzó
a estar poco más de tres años en el asilo y fue entregada a la
misma familia días antes que René. A su madre biológica, que según
algunos relatos que recogió CIPER la visitaba cada cierto tiempo
en el hogar, le dijeron que la niña había muerto.
En
ambos casos no hubo papeles de por medio. “No hagan preguntas”,
fue la única condición impuesta por las religiosas a los padres
adoptivos. Ello, sumado al secretismo de las monjas que estuvieron
a cargo del establecimiento en esos años –una de ellas se
encuentra retirada en un convento en la isla de Cerdeña (Italia)–
les ha impedido a René y a María Teresa dar con el paradero de sus
padres biológicos.
La
historia del Asilo de la Infancia San Ramón Nonato aporta nuevos
antecedentes a la larga y dramática lista de casos de adopciones
irregulares ocurridos en distintas regiones de Chile en las
décadas de los ’70 y ‘80. Pese al paso del tiempo, este oscuro y
escalofriante capítulo de la historia reciente de nuestro país
está lejos de cicatrizar.
IMPOSIBLE OLVIDAR
Cecilia
y Alejandra se conocieron por su relación con el Asilo de la
Infancia San Ramón Nonato casi a fines de las década de 1970.
Entre 1977 y al menos 1982 mantuvieron un estrecho vínculo con el
hogar. Ambas reconocen tener sentimientos encontrados: admiración
hacia la labor que allí se realizaba; y rechazo por hechos que
violentaban los mismos principios que las monjas decían defender.
Las dos pidieron mantener sus verdaderos nombres bajo reserva.
CIPER
las contactó y conversó con ellas por separado. Ambas manifestaron
temor de que su relato pudiera enlodar la trayectoria de más de un
siglo del asilo en Curicó. “No quisiera que pagaran justos por
pecadores”, dice Cecilia algo nerviosa.
Porque
entre los recuerdos de admiración y orgullo se cuelan otros más
bien sombríos que 30 años después no han podido olvidar. De allí
que sus relatos emerjan como una catarsis luego de que se hicieran
públicos los casos de niños dados por muertos y que fueron
entregados de manera irregular a padres adoptivos.
En
1977, el hogar era dirigido por sor Teresa Campos, la misma
religiosa que décadas después volvió al hogar como superiora hasta
su cierre en 2011. Eran tiempos de mucho apremio económico. “Sor
Teresita salía en un antiguo camión a recorrer la ciudad para
recolectar las alcancías que se dejaban en distintos puntos de
Curicó para obtener donaciones”, recuerda Cecilia. Con esos
aportes, más una pequeña ayuda del Estado (desde 1982, del
Servicio Nacional de Menores, SENAME), se lograban sortear las
dificultades propias de atender las necesidades de más de 100
niñas en situación de riesgo (ver
aportes del SENAME desde 1991).
Alejandra
cuenta que en ese tiempo las niñas estaban divididas en grupos,
por edades, y ocupaban distintos pabellones en el hogar. Había una
habitación especial, llena de cunas, sólo para recién nacidas.
Contigua a ella, había otra donde dormía la superiora del
orfanato.
-En
esa época, en el hogar había una nómina con parejas que querían
adoptar niñas. Parejas de chilenos y algunos extranjeros. Pero
siempre se le dio la prioridad a las parejas nacionales. Yo conocí
a religiosas que cuidaban con especial esmero a las bebés en la
sala cuna. Incluso algunas dormían con ellas en su dormitorio. Y
fui testigo de cómo las afectaba cuando tenían que entregarlas
-dice Alejandra.
Cecilia
recuerda muy bien el dramatismo que envolvía a muchas de las niñas
que el hogar acogía. Y afirma que por entonces los procesos de
adopción se realizaban de manera transparente:
-Me
tocó ver niñas abandonadas en los hospitales o incluso en las
puertas del hogar. Una vez llegó una guagüita que fue encontrada
en una cajita cerca del río… Yo misma fui una vez a recoger a una
pequeña que había sido abandonada en el hospital.
LA OTRA FACETA DE SOR TERESA MELO
Hasta
que los procedimientos de un momento a otro cambiaron. Recién se
iniciaba la década de 1980 y una nueva superiora se hizo cargo del
hogar de Curicó: sor Teresa
Melo Leyton. La religiosa era muy joven, aún no cumplía
30 años. Según sor Elena Ruiz, actual superiora provincial de la
Congregación Mercedaria en Chile, ella “sí cumplía con todos los
requisitos para dirigir una obra como esta”.
Sor
Elena describe a Teresa Melo como una persona emprendedora,
inteligente y capaz: “Era una buena religiosa. La orden la propone
pero la confirmación viene de Roma. No por nada ella fue
confirmada como superiora del hogar”.
Con
la llegada de sor Teresa a la dirección del Asilo San Ramón
Nonato, de manera abrupta, las parejas chilenas dejaron de
frecuentarlo. No obstante, las adopciones siguieron su curso, esta
vez bajo un novedoso y oscuro formato. No era el único cambio que
se vivía en el hogar:
-Cambiaron
las reglas, las normas e incluso el trato hacia las niñas y hacia
el personal. Hubo monjas que sufrieron mucho. Bajo su mandato los
tratos eran muy malos, tanto con las niñas como con las
religiosas. En ese momento se quebraron muchas vocaciones entre
las aspirantes (novicias) a monja. Sor Teresa les exigía mucho y
todo el mundo comenzó a resentirse, a pasarlo mal -recuerda
Cecilia.
DE CURICÓ A ITALIA
De
lo que no hay duda es que durante la época de sor Teresa Melo, el
Asilo de la Infancia San Ramón Nonato experimentó un leve auge
económico. Los apuros financieros comenzaron a ser sorteados con
mayor facilidad. Fue en la misma época en que resultaba cada vez
más normal ver a parejas de extranjeros visitando el asilo.
-Ella
comenzó a darle prioridad de adopción a los extranjeros, en su
mayoría italianos y de buena condición económica. Los primeros que
llegaron al hogar se conmovían por la situación de precariedad del
orfanato y hacían donaciones. A veces era dinero, a veces camas o
ropa. Era una forma de agradecer por la posibilidad de adoptar una
guagua recién nacida –relata a CIPER Alejandra.
Pero
lo que en un principio fue un acto espontáneo de agradecimiento,
pronto se transformó en requisito para llevar a cabo la adopción.
Según el relato de una de las testigos, sor Teresa Melo comenzó a
acelerar los trámites de adopción y a exigir dinero a cambio de
las recién nacidas.
–Estaban
sucediendo cosas extrañas en el hogar. Además del mal trato, ya
sólo llegaba gente de nacionalidad italiana a buscar a las
pequeñas para adoptarlas. Todo sucedía muy rápido y de manera
sospechosa. En una oportunidad, yo estaba cuidando a dos guaguas
de no más de tres meses que fueron separadas del resto que estaba
en la sala cuna. Era un cuarto especial, donde dormía la
superiora, al lado de la sala cuna. Yo no debía estar allí, sólo
estaba ayudando a una monjita que había pasado casi toda la noche
cuidándolas y que estaba cansada. Por eso, cuando sentí pasos, me
escondí en el baño. Sor Teresa entró a la habitación junto a dos
mujeres de nacionalidad italiana y fueron directo a las cunitas de
las dos guaguas. Hablaban entre español e italiano. Y ahí una de las
mujeres le dice a la superiora: “Por esta el 15%, pero por esta
otra sólo 10%”. Eso me confirmó lo que venía sucediendo
desde hacía tiempo –cuenta Alejandra.
Cecilia
no vivió situaciones tan explícitas como ésta. Sin embargo, guarda
en sus recuerdos haber escuchado conversaciones telefónicas en las
que sor Teresa Melo con mucho entusiasmo relataba a terceros la
llegada de nuevos lactantes:
-Ella
ponía demasiado empeño en el tema de las adopciones. Tenía mucho
interés en los extranjeros. Antes, el hogar no funcionaba así. Sor
Teresa hablaba regularmente por teléfono con personas de otro
país, supuestos padres adoptivos, y en la espera los iba
preparando. “Falta poco”, les decía. Y después, junto con
anunciarles “ya nació”, les decía: “es sanita”, “está gordita”.
Era chocante escuchar cómo se refería a las guaguas.
Cecilia
agrega otro escabroso e inédito episodio a la oscura gestión de la
joven superiora mercedaria. Fue en el primer semestre de 1981
cuando una joven embarazada y soltera llegó al hogar dispuesta a
dar a su bebé en adopción. Fue la misma religiosa quien la habría
convencido de que entregar a su hijo en adopción era la mejor
alternativa:
-Lo
que sucedió con esa joven embarazada fue muy distinto a otras
situaciones. Porque yo nunca vi que una mujer terminara su
embarazo en el hogar. Cuando el padre de la guagua se enteró de
que iban a dar en adopción a su hijo por nacer, recapacitó y quiso
reconocerlo. Apenas la mujer dio a luz en el Hospital de Curicó,
el padre fue a inscribir al niño con su apellido. Fue un escándalo
porque el joven se encontró con sor Teresa en el mismo Registro
Civil y se produjo un altercado.
Cecilia
relata que en ese incidente sor Teresa iba acompañada de un juez
con todo el papeleo listo para hacer la inscripción y enviar a la
guagua al extranjero. La férrea actitud del padre biológico lo
impidió. Cecilia supo de los entretelones porque el hermano de una
de las religiosas de San Ramón Nonato trabajaba como chofer de
Teresa Melo. Fue a través de esa religiosa que Cecilia se enteró
además del extraño vínculo que unía a la superiora con un juez de menores de
San Fernando, el mismo con el que ésta se presentó en
el Registro Civil de Curicó.
–Era
usual que sor Teresa viajara a San Fernando a ver a este juez. Era
él quien le hacía el trámite para regularizar las adopciones y
permitir que las guaguas se fueran del país. Todo sucedía en menos
de una semana. Por lo general, los padres adoptivos iban al hogar,
permanecían en un hotel algunos días y luego se iban a Italia con
un recién nacido -señala Cecilia.
CAMBIO DE HÁBITO
Según
Cecilia, el altercado en el Registro Civil de Curicó a mediados de
1981 y los procesos irregulares de adopción impulsados por la
religiosa mercedaria, no sólo fueron conocidos por algunas monjas,
novicias y voluntarias del propio asilo. Los antecedentes fueron
remitidos por una persona vinculada al hogar a través de una carta
anónima, a la dirección superior de la congregación ubicada en
Independencia 1783 (Santiago) donde hoy funciona la obra más
emblemática de la orden mercedaria: el Colegio Santa María
Cervellón.
En
conversación con CIPER, la actual superiora provincial, sor Elena Ruiz,
quien durante esos años desarrollaba sus labores como religiosa en
ese mismo establecimiento educacional, se mostró sorprendida con
los relatos y señaló, tras realizar algunas consultas, que en la
Congregación Mercedaria nunca tuvieron conocimiento de esos
hechos.
Lo
cierto es que tiempo después del incidente en el Registro Civil y
de la carta anónima que habría sido remitida a la superiora
provincial de la congregación, sor Teresa Melo abandonó su rol de
superiora del Asilo de la Infancia San Ramón Nonato. No fue el
único cambio que experimentó la religiosa. Según registros
oficiales de la congregación, el 3 de marzo de 1983 recibió el indulto de
exclaustración desde Roma. Con 29 años sor Teresa selló ese día su
vida como laica bajo el nombre de Luisa Melo Leyton,
tal como se lee en el documento clerical (ver
documento). Luego de haber sido admitida en el
noviciado en marzo de 1977, Luisa Melo alcanzó a vestir el hábito
sólo seis años.
Consultada
al respecto, sor Elena Ruiz señaló a CIPER que jamás se enteró del
porqué la ex superiora del asilo San Ramón Nonato puso fin a su
vocación religiosa y que desde entonces no saben nada de ella:
“Sentí mucho el hecho de que se hubiera ido, pero nunca me enteré
de las razones que la llevaron a hacerlo. No supimos más de ella,
sólo que trabajó como seglar en El Vaticano. Una vez que la
persona se retira de la congregación, no se mantiene el vínculo”.
Actualmente,
Luisa Melo Leyton trabaja como secretaria en el Pontificio Consejo Justicia y
Paz,organismo dependiente de El Vaticano, integrado por 40 miembros
y encargado de “promover la justicia y la paz en el mundo según el
Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia” (ver
aquí).
La
ex religiosa aparece además en los registros de la Pontifica
Universidad Antonianum con sede en Roma como
profesora invitada del Instituto Superior de Ciencias Religiosas (ver
aquí). En 2004, además, se desempeñó como
tesorera de la Asociación
Internacional de Misioneros Católicos(IACM, por sus
siglas en inglés), institución con sede en Ottawa, Canadá, y cuyo
propósito es promover la asociatividad y colaboración entre
misioneros católicos de distintas partes del mundo.
LA HISTORIA DE LOS MESTRE SABUREAU
René fue dado en adopción desde San Ramón Nonato la mañana del 2 de enero de 1972. “Aún tenía el cordón umbilical”, recuerda María Sabureau, su madre, quien valientemente decidió dar su testimonio y acompañar a su hijo adoptivo en la búsqueda de su madre biológica. Lo ocurrido con René Mestre confirma que las adopciones irregulares ligadas al Asilo de la Infancia San Ramón Nonato de Curicó no sólo se habrían circunscrito al periodo en el que sor Teresa Melo Leyton dirigió el hogar.Ahora mismo podría estar en alguna ciudad o pueblo de Italia. Podría no conocer el español, y quizá no haberse enterado que sus verdaderos padres eran chilenos. Porque en el verano de 1972 el destino de René Mestre era impredecible. Bastó un llamado telefónico. Y una monja decidió que el bebé se quedaría en Chile.
René Mestre
Sabureau hoy
tiene 42 años y busca a sus padres biológicos desde hace más de
una década. Pero choca reiteradamente con una muralla de silencio
edificada por complicidades que se mantienen hasta hoy.
Entre
las imágenes que René ha logrado reconstruir a partir de los
escasos testimonios que ha conseguido, está la de su madre
biológica llorando en un auto estacionado frente a la puerta del
Asilo de la Infancia San Ramón Nonato, la tarde en que fue
entregado a las monjas. En
esa misma imagen aparece la figura de otra mujer, su abuela
biológica, quien lo saca de los brazos de su madre para llevarlo
al interior del orfanato regentado por las hermanas mercedarias.
Pero las personas no tienen rostro, ni olor, ni forma definida.
Son sólo imágenes borrosas, inasibles… Aún así, estas le han
permitido hasta hoy darle espacio a la esperanza.
-Mi
madre biológica estaba llorando en la puerta del asilo. Supongo
que no quería entregarme… -relata René.
Para
entonces la superiora era sor Isabela Longoni.
En el hogar también vivía una antigua directora del
establecimiento, Nelly Letelier
López, conocida en la comunidad religiosa como sor María
Auxiliadora, quien
sería una pieza clave en la adopción de René.
María
Sabureau tiene 70 años y vive en Linares junto a René (su marido
falleció en 2013). Han pasado poco más de 40 años desde que tomara
a René por primera vez en sus brazos. Por ello le cuesta hacer
memoria. Tras cada fragmento de su vida, que trae dificultosamente
desde el pasado, respira hondo intentando no quebrarse. A ratos,
mientras habla, mira a su hijo. Sus ojos café y humedecidos se
cruzan con los de él de color verde pálido.
María
hizo todo lo posible para poder tener hijos: “Entre 1969 y 1970
viajé frecuentemente a Santiago con mi marido a hacerme exámenes y
tratamientos. Durante algunos periodos viajaba todos los meses.
Uno de los tratamientos fue muy doloroso y no resultó. Me dijeron
que iba a ser imposible que me convirtiera en madre. Luego de eso
no seguimos intentando”.
Fue
su marido, René Mestre Vásquez, quien no se resignó a la idea:
tomó el teléfono y se comunicó con sor María Auxiliadora Letelier
para que los ayudara. El llamado no era casual. Sor María
Auxiliadora era tía de María Sabureau y también una de las
religiosas con influencia sobre la directora del Asilo San Ramón
Nonato.
A
fines de 1971 la gestión rindió frutos. Con poco más de 3 años, Teresa, “una
hermosa y alegre niñita” (así la recuerda María) llegó a inundar
de felicidad el hogar de los Mestre-Sabureau. Apenas la
recibieron, la inscribieron en el Registro Civil con los apellidos
de sus padres adoptivos. Teresa Mestre cuenta que sólo se enteró
que era adoptada a los 21 años. Hasta entonces, su mente había
borrado todo el periodo que pasó en el hogar de niñas San Ramón
Nonato.
–Cuando
chica yo le decía a mi mamá que soñaba con monjas frecuentemente.
Me llevaron a un sicólogo y me dijeron que tenía trastorno del
sueño. Pero esos sueños eran mis recuerdos del hogar, y yo no
sabía que eran imágenes reales. Cuando supe que era adoptada,
recién comencé a recordar fragmentos de mi vida en el hogar
–relata Teresa a CIPER.
AHORA O NUNCA
La
noche del 1 de enero de 1972, pocas semanas después del arribo de
María Teresa a la casa del matrimonio Mestre-Sabureau en Linares,
María recibió un llamado telefónico que nuevamente le cambiaría la
vida. Al otro lado de la línea escuchó a su tía, sor María
Auxiliadora, quien con voz algo agitada le anunció: “Vengan rápido
a Curicó, tenemos a un niño recién nacido”.
René
y María se subieron a su auto pocas horas después y en la
madrugada recorrieron el camino que separaba su hogar en Linares
del orfanato en Curicó. Lo que sí recuerda nítido María es que
pasadas las 7:00, ingresó a San Ramón Nonato. Al interior había
sigilo, pero de ello no se percató María.
Según el testimonio que recogió CIPER de una religiosa que también estuvo presente ese día, sor Isabela Longoni y sor María Auxiliadora estaban en una habitación donde se quedaron a solas con un bebé.
El pequeño había llegado la tarde anterior en un auto donde se quedó una joven mujer llorando. Las dos religiosas habían dado la orden de que nadie se acercara a la habitación. Incluso se corrieron todas las cortinas.
Según el testimonio que recogió CIPER de una religiosa que también estuvo presente ese día, sor Isabela Longoni y sor María Auxiliadora estaban en una habitación donde se quedaron a solas con un bebé.
El pequeño había llegado la tarde anterior en un auto donde se quedó una joven mujer llorando. Las dos religiosas habían dado la orden de que nadie se acercara a la habitación. Incluso se corrieron todas las cortinas.
–De repente vi a María Auxiliadora y a Isabela venir con un coche celeste. Ahí venía René, también vestido de celeste. Me daba algo de susto, era muy pequeño, chiquitito. Era hermoso. Me lo entregaron y me dijeron que no preguntara nada, que me lo llevara rápido -recuerda María.
Según
los antecedentes que ha podido recabar René, de no haber ido los
Mestre-Sabureau a recogerlo esa mañana, su destino era Italia: “Mi
abuela (hermana de sor María Auxiliadora) me contó meses antes de
morir que si ellos no me iban a buscar, al día siguiente sor
Isabela me entregaba a una pareja de italianos”, dice René. Por
eso el apuro en la llamada de sor María Auxiliadora a su pariente,
María Sabureau.
La
inscripción de nacimiento de René fue ilegal y se concretó en
Linares tres meses y medio más tarde: el 18 de abril de 1972. En
ella se lee: “Nacido el 2 de enero de 1972 a las 17:00 horas”. Y
certifica que sus padres biológicos son René Mestre y María
Sabureau. Uno de los testigos que firma es César Cancino Cabrera,
uno de los grandes amigos de René Mestre y quien se convertiría en
padrino del recién nacido (ver
documento).
Teresa
Mestre se enteró que era adoptada por casualidad. Fue una prima la
que en medio de una pelea le enrostró la verdad. María Sabureau no
quiso que René, que ya había cumplido 18 años, pasara por lo mismo
y por eso decidió contarle sobre sus orígenes. Pero antes quiso
buscar a los padres biológicos de sus dos hijos adoptivos. Quería
entregarles la información completa.
Lo
primero que hizo María fue ir al hogar San Ramón Nonato y
preguntar por los padres de Teresa. Sor Isabela Longoni, la misma
monja que recibió a René de los brazos de su familia biológica, ya
no estaba. Hoy se encuentra retirada de la vida religiosa activa
en un convento en la isla de Cerdeña (Italia). Y su pariente, sor
María Auxiliadora, había fallecido (murió pocos meses
después de que René fuera entregado, el 12 de octubre de 1972,
en el establecimiento María Cervellón en Independencia, según
los datos de su certificado de defunción).
Según
el testimonio de María Sabureau, ahí, en San Ramón Nonato, una de
las religiosas le comunicó que habían dejado de ver hace mucho
tiempo a la madre biológica de Teresa y que no sabían nada de
ella. “Alguien del hogar le dijo a la madre de Teresa que su hija
había muerto y la madre dejó de ir”, dice María.
La
búsqueda de los padres biológicos de René, María la inició en el
Hospital de Curicó ya que lo primero que constató fue que éste no
figuraba en los registros del hogar. En el hospital revisó las
fichas de nacimiento de los primeros días de enero de 1972 y dio
con el nombre de una mujer que dio a luz el 1 de enero:
-Era
una mujer que vivía en el campo en la misma zona de Curicó. La
buscamos con mi marido hasta que la encontramos. Y cuando la
fuimos a ver le pregunté si ella había dado en adopción a un niño
en esa fecha: me dijo que no, que su hijo ya era grande y vivía
con ella -recuerda María.
Cuando
María le contó a René que era adoptado, ya había agotado todas las
pistas para dar con el paradero de sus padres biológicos. Incluso
-cuenta- puso un aviso en una radio de Curicó:
–Me
ha costado mucho superar el hecho de que no hice lo que debía en
su momento: haber hablado con las monjas cuando tuve la
oportunidad de hacerlo. Haberles dicho que por lo menos me dijeran
quiénes eran los padres biológicos de René y en qué circunstancias
me lo estaban entregando. No lo hice y me arrepiento mucho…
René
Mestre la mira y se emociona. Nunca pensó que en esta búsqueda de
su verdadera madre tendría en ella su mejor aliada. Y lo que más
le preocupa hoy es no hacerle daño.
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